Escudo en forma de óvalo.
También cortado de azul y blanco. En la parte inferior, dos antebrazos, estrechan sus manos derechas, sosteniendo la pica que lleva en su extremo superior un gorro de la libertad, rojo.
Rodean, como ornamento exterior, a este escudo, dos ramas de laureles en forma de corona abierta, que se entrecruzan, unidas por un moño azul y blanco en la parte inferior.
LA BANDERA TUCUMANA: fue adoptada en 1995 a través de la sanción de la ley provincial Nº 6.694. En este caso se trata de un paño de fondo celeste en el que se ven dos franjas blancas de desigual tamaño que se entrecruzan en un punto determinado. Lleva dos fechas históricas en los costados (1812 y 1816), que evocan el triunfo del coraje patriótico y la voluntad de constituir una nación gobernada por la paz y la justicia. Las dos variedades de ramas de laurel ubicadas en la parte inferior simbolizan la Razón y la Fe, mientras que las puertas doradas de la Casa Histórica son el elemento que invitan a seguir hacia un camino iluminado por el Sol, que a su vez representa la unidad y la libertad del pueblo argentino.
Esta pequeña joya de la heráldica nació gracias a la iniciativa de Carrillo Bascary, el mismo vexilólogo que propuso la bandera de Jujuy. Originariamente, el proyecto de Carrillo Bascary consistía en adoptar como pabellón provincial a la bandera histórica que atesora la Iglesia San Francisco, la cual se compone de tres franjas horizontales (la superior y la inferior de color celeste, y la del medio de color blanco) y que lleva la inscripción “Tucumán 1814” en caracteres dorados. Empero este emblema fue interpretado como una reliquia más que como un símbolo vivo, por lo que el legislador Alfredo Guido Linares del partido Fuerza Republicana hizo una nueva propuesta, que finalmente fue sancionada de manera unánime por la Honorable Legislatura de la Provincia de Tucumán. La ley llegó a manos del gobernador Ramón Ortega, quien se demoró en promulgarla, dejándole esa distinción a su sucesor, el gobernador Antonio Domingo Bussi.
Detrás de esta bandera hay una historia sombría en la que una pequeña sinarquía visible esputó su despreciable cristofobia y no sólo fue escuchada, sino que también terminó siendo felicitada por ello. Estamos hablando, por supuesto, de la siniestra Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA).
A los pocos meses de sancionada la ley que instituía una bandera para Tucumán, la seccional de la DAIA de esa provincia emitió un comunicado en el que indicaban su total desacuerdo con el símbolo, puesto que lo consideraban “sectario”. El titular de esta institución de lobby sionista era, en aquel entonces, Jaime Salamon (Salamon es un veterano de la infame Guerra de Junio de 1967 –aquella en la que el Estado de Israel atacó a sus vecinos árabes para reafirmar su ilegítima permanencia en el Máshrek–, célebre por haber confesado orgullosamente que la Agencia Judía para Israel, una organización que se ocupa de fortalecer los vínculos entre Israel y las comunidades judías del resto del mundo, alentaba a jóvenes hebreos a incorporarse a los grupos guerrilleros que atacaron al país durante la década de 1970). Los musulmanes de Tucumán nada dijeron acerca de la bandera, y los declarados ateos apenas hicieron un gesto de desaprobación. Sin embargo la DAIA, con el sionista de izquierda Salamon a la cabeza, concentró todos sus recursos para emprender una ofensiva contra la bandera que tanto odiaban.
De nada sirvió recordarles a estos señores que la Cruz de Cristo no es un símbolo de exclusión sino de inclusión, y que la misma está presente en estas tierras desde hace siglos (la Declaración de Independencia de Julio de 1816 se realizó en un salón tucumano decorado con un escudo patrio y un crucifijo cristiano por encima del mismo): la DAIA nunca retiró su pedido.
Esta poderosa sinarquía sionista no sólo ha criticado al pueblo de Tucumán por haber elegido representantes que respeten la identidad local. Otras provincias también fueron víctimas de la DAIA. Un caso es Santiago del Estero. En aquella provincia tiene una bandera celeste, blanca y colorada, adornada con un sol inca dorado, que a su vez porta en su interior una cruz latina que representa la espada encarnada del Apóstol Santiago y que fuese además la misma insignia que Francisco de Aguirre poseía cuando fundó la Ciudad Madre de Ciudades. El pabellón santiagueño está vigente desde el año 1986 gracias a la sanción de la ley Nº 5.535. A los fariseos de la DAIA, por supuesto, también les molesta esa simbología, especialmente porque cuando ellos hablan de “cruz” se les responde “espada” y cuando dicen “espada” se les replica “cruz”. Empero resulta curioso que desde está ONG nunca hayan pronunciado palabra alguna acerca de la bandera de Salta. ¿Acaso la espuela plateada del General Güemes no se asemeja a una Estrella del Rey David? Quiero decir dos línea que se entrecruzan no sólo representan a Dios crucificado sobre la Colina del Gólgota, también son un símbolo laico o incluso secular en donde lo temporal se cruza con lo eterno, la historia con el porvenir, y la herencia personal con el legado futuro. ¿Por qué la DAIA se niega a ver algo de ello y sólo declara observar una cruz “sectaria” en la bandera de Tucumán? ¿Por qué ellos no ven una Estrella de David en la bandera de Salta –ofensiva para la mayoría católica que habita la provincia– y se abstienen de apelar al laicismo que tanto promueven para derogarla?
La historia de la bandera de Tucumán es un asunto lamentable. El gobernador Julio Miranda, en sus cuatro años de (des)gobierno, hizo todo lo posible para anular la tarea pedagógica que Bussi había efectuado en torno al pabellón provincial. Luego, tras la llegada de José Alperovich a la primera magistratura del Jardín de la República, se empezó a trabajar en la eliminación definitiva del distintivo. Este proceso culminó en 2010, cuando el legislador ucerista Jorge Mendía (en ese entonces un cobista fiel) convenció a sus pares de que se vote una nueva ley, la Nº 8.291, mediante la cual se aprobaba la adopción de una nueva bandera para la provincia. Todos los legisladores de ese entonces (incluyendo a los dos hijos de Bussi y a Esteban Jerez, un hombre cercano al Opus Dei) se manifestaron a favor del proyecto, siendo la única excepción la del justicialista de sangre Renzo Cirnigliaro.
La nueva bandera, según lo presentado por Mendía, consistiría en una paño que mostrase tres franjas horizontales, siendo blancas la de arriba y la de abajo, y celeste la del medio, algo así como una bandera argentina invertida. El detalle que incluyó el legislador ucerista y que luego anuló Alperovich, era que esta nueva bandera llevaría en el medio una imagen dorada de la Virgen de la Merced, Santa Patrona de la Provincia de Tucumán. El gobernador, por consejo de la DAIA, optó por eliminar el símbolo cristiano del paño, enviando a la Virgen a una corbata y agregando una segunda corbata con un dibujo de la Casa Histórica.
El golpe que significó este atropello cultural fue mitigado al urdir un pasado digno para la bandera. A este pabellón se le atribuye un origen belgraniano, puesto que habría sido el famoso General devoto de la Virgen María quien la habría enarbolado durante su campaña en tierras altoperuanas. En 1885, en una iglesia de Titiri, una localidad cercana a Macha –ciudad en la que el Ejército comandado por Belgrano estuvo apostado durante 1813–, unos feligreses encontraron dos banderas envueltas en un paño rojo que permanecían ocultas en el interior del templo. Dichas banderas, una similar a la actual bandera argentina y otra con sus colores invertidos, estaban percudidas y manchadas con sangre, signo de que habían estado presentes en algún combate. Por obra y gracia de algún memorioso se estableció que se trataban de reliquias de la Batalla de Ayohuma, y se atribuyó entonces la autoría de los dos pabellones al General Belgrano, bautizándose de paso a la bandera blanca y celeste como “Bandera de Macha”.
Hoy en día se supone que la Bandera de Macha es la de Tucumán, pero aceptar esa impostura sería aceptar que la beligerancia antirreligiosa de unos pocos perversos que se ocultan detrás de la perorata de la “corrección política” arrase con nuestra genealogía cultural y espiritual. Lo único que se puede hacer en este sentido es investigar más a fondo acerca de la autenticidad de la Bandera de Macha –para establecerla como símbolo de unidad regional del NOA si se comprueba su autoría belgraniana–, y trabajar para que en la Cuna de la Independencia flamee la bandera celeste de la cruz blanca junto a la de todos los argentinos.
MONUMENTOS HISTÓRICOS DE TUCUMAN :
CASA DE GOBIERNO : Realizando un paseo céntrico por San Miguel de Tucumán, ciudad capital de la provincia de Tucumán, encontramos en la intersección de calles 25 de Mayo y San Martín, la Casa de Gobierno.
Antes de esta moderna construcción, había en su lugar un cabildo. En algunas ciudades se preservaron como museos y patrimonio arquitectónico. Pero aquí se decidió reemplazar el viejo Cabildo por esta construcción que se puede apreciar en la fotografía, que significó en su momento todo un progreso urbano para la época. LaCasa de Gobierno tiene un planteo académico afracensado con detalles decorativos externos que aluden a la secesión vienés que en 1916 el plástico español Vila y Pradesla decoró.

En el hall principal descansan los restos de Juan Bautista Alberdi, quien publicó las bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, que sirvió luego de esqueleto para la creación de la Constitución Nacional.
CASA HISTÓRICA :
La Casa Histórica de la Independencia, también llamada ‘Casa Histórica’ o ‘Casita de Tucumán’, es uno de los mayores atractivos del Norte Argentino y de toda Argentina ya que fue sede de la Declaración de la Independencia en 1816.

Casa Histórica de Tucumán, San Miguel de Tucumán (Foto: Pedro Carrizo)
Ubicada a sólo 200 metros de la Plaza Independencia de San Miguel de Tucumán, es en éste solar -original de fines del siglo XVIII- donde se declaró la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América, el 9 de Julio de 1816.
La Casa Histórica es Monumento Histórico Nacional, y el Museo de la Independencia que funciona en el edificio, es el más visitado de la Tucumán.
La Casa Histórica de Tucumán cuenta con casi 20 espacios (entre salas, habitaciones y patios), que pueden recorrerse con un guía especializado o de manera independiente. Allí se transita por la historia de estos territorios, desde la Colonia hasta la Declaración de la Independencia.
El Salón de la Jura es el único espacio original que queda de la gesta de 1816. Allí se declaró la Independencia de Argentina.
En cada espacio se encuentra información detallada acerca de dos ejes temáticos: la historia de la Casa y la historia política, es decir, la del Congreso General Constituyente, cuyos objetivos fueron la Declaración de la Independencia y el establecimiento de la forma de gobierno por medio de una Constitución.
En el Museo de la Independencia se exhiben objetos de valor incalculable, como muebles, platería, óleos, escritos originales y demás elementos utilizados en la casa durante la época colonial. Sus muros conservan altorrelieves que representan las fechas históricas, creados por la escultora tucumana Lola Mora.
También hay una tienda donde se pueden comprar afiches, fotografías, postales, jarros, artesanías y libros de autores tucumanos.
El horario de visitas de la Casa Histórica es de Lunes a Viernes de 9 a 13 y de 15 a 19. Sábados y Domingos de 10 a 13 y de 16 a 19.
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